martes, 30 de agosto de 2011

Una mañana antes de que el timbre suene

Experiencias de voluntarios en León. Verano 2011. Manuel Pérez Belanche.

Me despierto, miró el reloj y descubro que llego tarde a la escuela. Me visto rápidamente, desayuno lo que pillo por encima de la mesa y a trompicones, porque decidí ganar tiempo llevando las chinelas para no tener que atarme los cordones de las botas, me encamino, a buen paso, casi sin resuello, a mi deber cotidiano. A pesar de las prisas, aún tengo tiempo para sonreír. Parece mentira, me digo, aquí estoy todo estresado en el país del “no pasa nada” y de la tranquilidad eterna. Con este pensamiento diviso los barracones del colegio, el patio semivacío y el silencio. Me extraña tanta tranquilidad. ¿No deberían estar en su media hora de limpieza matutina? ¿Acaso llego más tarde de lo que pensaba?. Paso la alambrada que hace de puerta y me dirijo al aulario de los grados superiores. Las aulas están vacías. Miro de nuevo el reloj. Como no he cambiado la hora al pisar suelo nicaragüense debo de restar las ocho horas que hay de diferencia con respecto a España. Hecho el cálculo llego a la conclusión de que nunca más haré complicadas operaciones matemáticas antes del primer café. Son las siete y veinte, y aún quedan cuarenta minutos para que comiencen las clases. En otras circunstancias me hubiera desesperado y ya estaría fustigándome con apelativos del estilo “estúpido”, “ababol”, “empanao” (no más duros porque para eso me estoy metiendo conmigo mismo). Sonrío y siguiendo el ejemplo de los “nicas” me relajo y me siento en uno de los dos bancos de cemento que hay en todo el patio. Tengo más de media hora para no hacer nada. No importa, porque llevo unos cuantos días en este país y ya estoy algo entrenado. Miro a los chavalos que juegan en la cancha. Montan en bicicleta, en una sola bicicleta, a turnos. Son dos chicos y cuatro chicas y los roles están claramente establecidos. Está el cabecilla que es quien decide a que se juega, cómo lo hacen, quién participa y el orden en que el resto monta en la bici, más que nada porque parece ser de su propiedad. También encontramos a la rebelde, que intenta hacer oposición al líder y realiza propuestas para mejorar el juego. La sumisa es quien obedece lo que se le manda y no le importa hacer todas las trampas posibles para que pierda la rebelde y ganarse, de esta manera, el favor del cabecilla. El independiente, que acepta el juego pero lo ejecuta según su criterio y por último dos personas que actúan como mera comparsa. Las edades son variadas y en este caso la mayor no es la que manda, sino la que obedece. Según parece hay cosas que son iguales en todos los lugares del mundo. Mientras reflexiono sobre ello, el número de alumnos aumenta, van llegando los profesores y suena el timbre para comenzar las clases.

Diario de viaje

Experiencias de voluntarios en León. Verano 2011. Manuel Hernández Martínez.

DÍA 11º de agosto:

Los días pasan con su sucesión lenta e intensa, del tiempo largo parece dominar aquí. El sol marca el trabajo y la vigilia, y hacia las ocho y no digamos las nueve entra el sueño. Se confirma que el mejor momento del día en cuanto a temperatura es desde que uno despierta hasta las siete de la mañana, de cinco a siete la temperatura es agradable y apetece estar al aire libre. Las tardes se completan con salidas hacia donde están los otros compañeros y con adultos y ya el jueves 11 nos juntamos de nuevo el grupo al completo en León.

La alternancia de días laborales y fin de semana libre, turístico, es muy saludable. Uno tiene la sensación de utilidad, más o menos, de lunes a jueves, y ya llega el fin de semana con ánimo del encuentro con los demás y pasar el tiempo más ociosamente. Pero he de reconocer que del jueves por la tarde al lunes 15 han sido muchos días ociosos, aunque es un turismo no del todo ocioso.

El jueves por la tarde nos presenta Leana el proyecto marco que engloba todas las actividades, aquellas en las que cada uno estamos implicados y todas las relacionadas con el Hermanamiento. La conferencia se sigue bien por sus comentarios, ya que en la pizarra la proyección deja las letritas en pequeño. Nos sirve para comprender la magnitud de aquello en lo que estamos implicados y la fortuna por participar en ello, junto a la preocupación porque en algún caso se acaba la financiación. Sobre los éxitos y problemas está la ilusión que nos demuestra la misma Leana al exponer el trabajo de tantas personas. Todo lo que nos explica lo vamos a ir comprobando en las diferentes visitas de los días siguientes.

Volvemos a la hotel que yo subconscientemente he dado en llamar Oasis, pero se llama “Oviedo”. Converso muy agradablemente con el marido de la propietaria; además de forma casual: cuando dejo tendidas mis ropitas una cortina de agua me impide pasar a la zona de hospedaje y me quedo charlando con él. Precisamente en la reunión con Leana hemos empezado a plantear algunas cuestiones sobre el ritmo de trabajo en las escuelas, un ritmo que se puede justificar por el clima, las características de los escolares, también de los docentes (vocación, sueldo), y también el sistema escolar y las políticas ministeriales. Precisamente Julio, el del Oviedo, de antepasados asturianos, achaca la circunstancia especialmente a la falta de vocación de sus colegas. Él ya está jubilado pero ha sido profesor de universidad y ha dado capacitaciones y conoce el nivel académico de los docentes. Hablamos de ese ritmo de trabajo y estamos de acuerdo en que la vitalidad en el trabajo y la energía existe a pesar de la temperatura, como se puede comprobar en el mercado: “¡Si quieren cobrar más los maestros que trabajen en el mercado!”. Concluye Julio.

Tenemos que celebrar los cumpleaños de Santiago, Yasmina y Leana, y todo ello se hace con la inauguración de la casa de Luisa. Al entrar nos hacemos una foto en su cuarto rojo-croma-porno. Pasamos un rato agradable con canciones, piñata, cerveza, dulces y ron. Es la primera vez que entro a un supermercado y efectivamente tienen de todo, aunque al cobrar el ritmo es el propio. No hay problema.

Diario de viaje

Experiencias de voluntarios en León. Verano 2011. Manuel Hernández Martínez.

Día 10º de agosto:

Ya estamos en el tercio de la estancia. Quedan cinco días para hacer la evaluación pero puedo prever que no voy a tener problemas de “resistencia”. Procuraré llamar a mis padres y a mis hijas desde León. Por lo demás confío que por allá también todo va bien. Confío que hagan los deberes que establecí para ellas y si no pues tampoco pasa nada. Estoy tranquilo y me voy adaptando. El cambio de ritmos es óptimo. La semana pasada dos días en zona rural y enseguida a León con el resto del grupo y turismo. Esta semana cuatro días y el cuarto, el jueves, mañana, por la tarde a León y tras una reunión de nuevo plan turístico. Pero incluso los cuatro días de esta semana son amables y agradables, volviendo a la rutina de la casa y sus compañías, con los animales, los arroces, las duchas a palangana…

La mañana es muy relajada, con el grupo de más mayores en los que se presumen algunas ausencias. La clase resulta difícil por el ruido externo ambiental. La tarde se completa con la visita a adultos muy enriquecedora y dinámica. Hemos pasado por el grupo de jóvenes con Pilar y Pablo pero en ese momento estaban un tanto dispersos. Y con Yasmina y Marta hemos preferido tomar algo en la venta. Pronto a casa, aunque el sueño tarda en llegar y es muy intermitente.

lunes, 29 de agosto de 2011

Diario de viaje

Experiencias de voluntarios en León. Verano 2011. Manuel Hernández Martínez.

DÍA 9º de agosto:

No tan cansado como era presumible. Buen desayuno por si había que recuperar fuerzas: frijoles, huevo revuelto y banana. En el instituto esperan dos clases con un hueco en medio. En la última clase faltan bastantes alumnos y con la compañía de Pablo se hace más llevadero el control.

Como con Arturo en la calle de nuevo y espero a María y Felipe que vienen con Rosa y su hija y dos sobrinas. Me llama la atención que la sobrina de 15 años explica que hace dos meses que ha dejado el instituto por problemas con un profesor, un “malcriado”, ha sido su calificativo. Le comento las situaciones que me explicaban el día anterior los adultos, de su esfuerzo con veintitantos o treinta años para tener que retomar los estudios y retomarlos después, lamentando la oportunidad perdida en la adolescencia. Pero la chica no considera la conversación. Acudimos con Mercedes a la Cooperativa Textil y acuden nuestros inseparables, necesarios, Pablo y Pilar, más Lara y Joaquín, un poco convalecientes. Creo que no estuvimos muy acertados al no comprar nada en la cooperativa…

Pasamos por un par de ventas con escasas “provisiones”: no hay cerveza en ninguna. Regresamos a nuestras casas y realmente me siento cansado, acuso el esfuerzo del día anterior. Tomo prestado el detergente azul que me ha dejado el ahijado, Miguel, es mucho mejor que el mío, más oloroso para la ropa. De las mías hasta ahora solo he conseguido quitar la suciedad más aparente, ni siquiera el olor se ha desprendido. He de reconocer que tampoco me esfuerzo mucho. He observado por la tarde a Reyes, la vecina que ayuda a Luz Marina, y hacen un enérgico trabajo para limpiar la ropa, lo mismo que hace un momento Miguel.

Buenas noches a las 7 y media.

Diario de viaje

Experiencias de voluntarios en León. Verano 2011. Manuel Hernández Martínez.

DÍA 8º de agosto:

Lunes. Ha pasado una semana y parece que haya pasado mucho tiempo dada la intensidad de cada uno de los días y la variación de actitudes y emociones. Miramos el calendario y está todo tan apretado que no nos va a dar tiempo de nada.

En el instituto dos clases y comienzo más detallado del pps de Luis Buñuel. Clases más duras: su falta de insonorización es un dolor. En la segunda clase, agotado y entrando en fase de enfado pacto: no molestes/no molesto, échate a dormir, y me pilla la directora. Yo, que se supone que ando fresco, admito que también he fracasado antes de empezar.

Por la tarde acudimos al grupo de adultos de Palo de Lapa y es una grata experiencia aunque la vamos a probar poco ante tantas ofertas y además resulta un poco agotador al comprimir tanto el día. Como en el instituto todo han sido facilidades para llevarme el portátil acabo casi el pps y paso a ordenador las tareas del blog: este diario y las impresiones del Tololar.

He conseguido llamar a casa, me apetecía, no tengo morriña pero se confirma la sensación de que parece que haya pasado mucho más que una semana.

No sé qué hora es al cerrar el ordenador, pero estoy rodeado de insectos volátiles, bajo el porche de la casa, con un horizonte de árboles y a dos metros la oscuridad impenetrable de la noche y todos los ruidos de los seres silvestres. Un gato se ha quedado a mi lado, caen los mangos con estruendo, los perros ladran con fiereza intermitentemente, los perritos duermen en la corta penumbra amontonados, los grillos insisten en su canto nocturno, sempiterno, nada los interrumpe: a por los tapones: 1:30 de la madrugada.